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2007. Garry Kasparov: del tablero de ajedrez a la política contestataria

El llamado Ogro de Bakú es el cerebro de la coalición opositora Otra Rusia, que organiza manifestaciones contra el Kremlin y pretende arrebatarle la Presidencia al delfín que escoja Putin en las elecciones del 2008.
Marie Jgo
Trasladado del tablero del ajedrez de competencia internacional al de la política rusa, Garry Kasparov, el Ogro de Bakú, como se le llamaba en los inicios de su carrera deportiva, no tiene más que una idea en la cabeza: cambiar el curso político impuesto a Rusia por Vladimir Putin.   De San Petersburgo a Estrasburgo, el maestro de la táctica, tres veces campeón mundial de ajedrez, no deja de denunciar “el régimen antropófago” establecido por los hombres de uniforme del Kremlin.

Si lo quiere cambiar es porque, ante todo, su país, Rusia, “merece ser parte del mundo libre”. El ogro, de espesas cejas negras y mirada intensa, se convirtió en el cerebro de la Otra Rusia, una coalición de opositores a Putin que espera ganar las elecciones presidenciales de marzo de 2008 contra el candidato que designe el Kremlin. Pero Kasparov no será candidato.

Habiendo abandonado la posición estática de jugador de ajedrez, él siempre está en movimiento. Estuvo presente el 5 de junio en Praga, en el congreso de disidentes organizado por el ex “refuznik” Natan Scharanski con motivo de la visita del Presidente estadounidense, George W. Bush.

Garry Kasparov se reunió con él. El 8 de junio arengó al millar de participantes en la “marcha del desacuerdo”, organizada por la Otra Rusia en San Petersburgo. Y el lunes 11 estuvo a la cabeza de la manifestación de opositores en Moscú.  Siempre escoltado por sus guardaespaldas, Kasparov ha sido amenazado, interpelado y obstaculizado más de una vez. Arrestado durante una manifestación en Moscú el 14 de mayo, fue citado a comparecer y debió pagar una multa de 29 euros (23 dólares) por “alteración del orden público”.

Su mujer y su pequeña hija, de nueve meses, están a buen resguardo en Nueva York. Él mismo, por temor de ser envenenado, reconoce que no bebe ni come nada cuando viaja en las líneas aéreas rusas.
¿Qué pudo haber impulsado a este hombre de 44 años, famoso y con una cómoda situación financiera, a lanzarse en una batalla más bien arriesgada? “Siempre he querido defender el honor de mi país. Lo hacía ante el tablero, lo hago ahora en política de la misma manera”, explica. ¿Su experiencia de jugador le es útil en política? “Se trata de otro juego; en éste no hay reglas”.

Él no es de los que se doblegan. “Tenía la opción entre partir o luchar; elegí luchar”. ¿Cómo puede creer que podrá ser rechazada en marzo de 2008 la política establecida por Vladimir Putin, que goza de un índice de confianza de 82% entre la población. “Si se mantiene el régimen de Putin, el Estado ruso se derrumbará como se derrumbó la Unión Soviética, pues ese tipo de régimen no resiste la prueba de la modernidad”.

DE “MALA CUNA”
La partida que ahora juega contra el poder ruso no es más que la prolongación de la que entabló hace 23 años contra Anatoli Karpov por el título de campeón mundial de ajedrez.
La competencia, iniciada a fines de 1984, fue interrumpida el 15 de febrero de 1985, bajo un falso pretexto, cuando Garry Kasparov estaba en vías de recuperarse (pasó de 5-0 a 5-3, en una competencia en el que ganaría el primero en llegar a 6), ante un Karpov desconcertado, extenuado (fue hospitalizado dos veces durante la competencia). Pero la derrota de Karpov hubiera sido la desesperación de los peces gordos del Partido Comunista, del que era el protegido. “Ellos querían proteger a su gallo, por eso fue que detuvieron todo”, recuerda Kasparov.

Los dos rivales eran muy diferentes. Ante Anatoli Karpov, ruso de buena cuna, hijo de obrero (ésa era la “buena cuna” durante el comunismo), Garry Kasparov, nacido en Bakú, de padre judío y madre armenia, más bien era atípico.   Karpov era el prototipo del “Homo sovieticus” y consentido del Partido Comunista, protegido de su secretario general, Leonid Brezhnev. Al lado de él, Kasparov no era nada.

Su madre, Klara Kasparian, comprendió muy pronto que el origen de su hijo le iba a complicar la vida. En 1974, esta mujer visionaria, también gran jugadora de ajedrez cambió el estado civil de su hijo, cuatro años después de la muerte del padre. Así, Garry Weinstein se convirtió en Garry Kasparov, versión rusificada (por tanto, más “aceptable”) del apellido armenio de la madre.

La indicación de su nacionalidad también se cambió de “judío” a “armenio”, desatando la cólera de la familia Weinstein, línea de músicos y compositores de renombre en Bakú.

Irritado por la interrupción injustificada de la competencia (que ni siquiera Karpov deseaba), Kasparov denunció el “antisemitismo de la federación soviética de ajedrez”. Sus declaraciones fueron un escándalo y se le amenazó con la expulsión.  El 3 de septiembre de 1985 empezó una nueva competencia entre los dos K. Duró dos meses y diez días y, al final, Karpov quedó abatido. Kasparov se convirtió así en el campeón del mundo más joven de la historia, a los 22 años. Jamás olvidaría las vejaciones sufridas, las competencias en el extranjero canceladas a última hora con el pretexto de que no podía garantizarse su seguridad. Todo eso nutrió su espíritu contestatario. “Las mismas mentiras prevalecen hoy en día”, denuncia.

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