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Parte de guerra desde la zona en conflicto....Por Mauricio Castro. Enviado especial en multiples tareas.

La ronda de hoy fue muy provechosa, a pesar de la paliza. En el caso de Mau Arias, jugar contra el subcampeĂłn del mundo, no tiene precio.

Partidas interesantes, aunque con resultado no tanto. Pero todo un lujo.  AquĂ­ a los que estĂĄn jugando la ronda, les dan una tarjeta roja, para que la anden y puedan acceder al ĂĄrea de juego. El que no la tiene, no entra. A los ĂĄrbitros que no las recojan al terminar cada partida incluso amenazaron con despedirlos.

Hoy venĂ­a un tipo bien vestido, raudo y veloz para el ĂĄrea de juego, y fue detenido por una de las edecanes, que es tan bonita que todos le hacen caso, y no lo dejĂł entrar.  No le quedĂł de otra que sacar de su saco la acreditaciĂłn y la tarjetica roja. Claro, la guapa edecana no estaba enterada de que el hombre es ¡Vesselin Topalov!, retador del Campeonato Mundial, y rival de Mauricio Arias en la ronda de hoy.

Este match, Topalov-Arias, estaba a reventar de prensa y espectadores. La verdad, todo el equipo estaba muy emocionado de ver a Mau sostenerse como los machos contra semejante jugador, y también de ver a Leo dando que hacer a un 2700 como Cheparinov.

Otro misterio fue descubierto hoy. El termĂłmetro siempre marcaba 23 grados, lo cual contrastaba con el clima frĂ­o, pero no intenso al salir. Al hacerle nĂșmeros, es porque la habitaciĂłn y la sala de juego estĂĄn climatizadas para estar siempre a esa temperatura. ¡Cosa mĂĄ' grande, chico!

Ayer armaron el set de campaña de Karpov, pero hoy no habĂ­a nadie atendiĂ©ndolo por la noche, a pesar de que Karpov ya vino. ¡Al salir, a los que vimos bien sentados en el stand fue a los guardias de seguridad de la Olimpiada!

Por las tardes, cuando no estamos, vienen a hacer la limpieza. Pobres encargados, en mi caso. De Costa Rica, por lo que potis, trajimos una bolsa de caramelos Diana. Como nos regalaron un platito de adorno, pusimos algunos ahĂ­. La persona que nos hace la limpieza no pudo resistirse y tomĂł uno, sin saber que los ajedrecistas tenemos buena memoria para eso. Por dicha, a nada mĂĄs le han metido mano.

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