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Excampeón del mundo Kasimdzhanov lucha por acabar los empates en ajedrez

Rustam Kasimdzhanov, Usbekistán, 32 años de edad.

Queridos amigos del ajedrez:

Estoy escribiendo esta carta abierta, dirigida tanto a la FIDE como a todo el mundo que juega al ajedrez, debido a cierta crisis en la que se ha encontrado nuestro noble juego últimamente. Esta crisis no sólo se define por una insatisfacción general, procedente de patrocinadores, organizadores y aficionados; también entre los profesionales ha habido un malestar creciente. Han dejado de organizarse bastantes torneos tradicionales; en los que siguen manteniéndose, un número cada vez mayor de fuertes jugadores compiten por el mismo dinero. Al mismo tiempo por todos los lados se alzan voces expresando serias preocupaciones por la falta de brillantez en algunos torneos del más alto nivel con notorias tablas cortas. 

Para comprender las razones por las que nuestro deporte nunca ha llegado a las alturas que merece, me parece útil mirar un deporte muy similar al nuestro: el tenis. Ambos juegos presenta la batalla de dos personalidades, mostrando toda una serie de armas técnicas en su lucha, compitiendo en velocidad y precisión, en paciencia y sabiduría. ¿Por qué, a pesar de esos evidentes parecidos, a pesar del hecho de que mucha gente en todo el mundo escapa de jugar al ajedrez correctamente, estamos a años luz detrás del tenis en todo lo que define el éxito en el deporte profesional?  Las razones son numerosas, sin duda, pero el principal problema tal y como yo lo veo, es la existencia de las tablas como resultado en el ajedrez. Las tablas cortas (y yo también he hecho algunas) hacen que nuestro juego parezca una especie de actividad académica para iniciados, más que un deporte;  pero no pueden evitarse: la preparación de hoy en día y la calidad inherente al ajedrez son tales que unas tablas, y en concreto unas tablas cortas, es el resultado más probable de una partida entre jugadores fuertes bien preparados. Aun así, en un torneo bien organizado, los jugadores de primera fila que son llevados a las habitaciones del hotel tras unas tablas de diez minutos, no añaden atractivo al ajedrez. 

Volviendo al tenis, el principal atractivo es, tal y como yo lo veo, el hecho de que cada lucha individual produzca un resultado; el ganador y un perdedor al final del día. Y todos los espectadores sienten emoción por ver, digamos a Nadal y Federer salir a la cancha, sabiendo que uno de ellos triunfará y el otro perderá. En resumen, para describirlo figuradamente, habrá sangre. Y habrá grandes campeones.

En nuestro juego, sin embargo, las cosas son distintas. También tenemos grandes campeones, pero su grandeza es a veces limitada a los conocedores de los entresijos del juego. Para tener éxito fuera de nuestro pequeño mundo, para conseguir portadas y televisión, y por medio de yo también financiación para esta parcela, necesitamos campeones que atraiga al público general, incluso al público que está lejos de los entresijos del ajedrez. Lo mismo que una racha ganadora de Novak Djokovic este año, por ejemplo. Algo que una victoria en un súper torneo de ajedrez con un 8 de 13 sencillamente no puede igualar.

Y ahora llega mi proposición. Si queremos éxitos, patrocinadores, público y el resto de nuestra parte del pastel, tenemos que abolir esas tablas en los torneos clásicos. Y no por la regla de Sofía (en los torneos con la regla de Sofía se producen tantas tablas como en cualquier otro, y no por la regla de las 30 jugadas, donde los jugadores a menudo simplemente están esperando al movimiento 30. Necesitamos algo completamente diferente. Como el desempate en tenis. Necesitamos un resultado. En todos y cada uno de los días.
Y así es como funciona. Jugamos ajedrez clásico, digamos que con control de tiempo de cuatro o cinco horas. ¿Tablas? No hay problema: cambio de colores, 20 minutos para cada jugador y vuelta a jugar. ¿Tablas de nuevo? 10 minutos para cada jugador, cambio de colores y vuelta jugar. Hasta que haya un ganador ese día. Y al ganador gana la partida y recibe un punto y el perdedor consigue su cero; y la partida se evalúa de acuerdo con ese resultado. sin tener en cuenta si era clásica, rápida o relámpago.

De esta forma las expectativas de la masa nunca se verán decepcionadas. Siempre habrá un ganador, siempre habrá sangre. Llegará una era de grandes campeones, ya que con este sistema habrá veces en las que Vishy o Magnus ganarán en Wijk-aan-Zee con 13 de 13 y habrá rachas ganadoras, cuando alguno de los grandes campeones enlace 50 victorias consecutivas. Entonces tendremos portadas.
Y mucho más que eso. Será bueno para nuestro deporte. No sólo en cuanto a patrocinadores, atención y premios. Será esencialmente bueno para nuestro juego. La gente luchará muy duramente con blancas para decidir la lucha en ese momento y no en una partida rápida con negras. En vez de ofrecer tablas en un final ligeramente favorable, para ahorrar energía y pillar una película, los ajedrecistas mostrarán toda su capacidad y ganarán esos finales. De hecho, eso desarrollará el ajedrez clásico.

Y tanto más. A menudo los jugadores a los que les toca jugar con blancas, cuando se siente mal por la mañana, van a la partida con la actitud de "Haré tablas hoy".  ¿Imaginan lo que pasará con esa actitud? El ajedrez se convertirá en un auténtico deporte. Nos levantaremos para ganar o perder ese día. Llegaremos al tablero listos para jugar al ajedrez. Y lo mismo que cuando vamos a ver jugar a Federer (vemos esa derecha que barre, ese cortado natural, ese servicio como un martillo y ese resto inmaculado) lo mismo pasará en el ajedrez. Todos y cada uno de los días veremos a jugadores como Aronian o Grischuk presionando con blancas, sorteando los problemas con negras y mostrando algunas habilidades en ajedrez relámpago ante un público cada vez mayor. Eso es algo que me gustaría ver y jugar.

Gran Maestro Rustam Kasimdzhanov
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