Por Leontxo GarcĂa
Magnus Carlsen ha destronado al indio Viswanathan Anand tras un combate de cinco horas resuelto en tablas en la dĂ©cima partida, que dejĂł a salvo el honor del veterano monarca, 20 años mayor, y convirtiĂł al noruego en el vigĂ©simo campeĂłn mundial de ajedrez de la historia. DespuĂ©s de errores por ambos bandos y sobresaltos en el tablero se firmaron las tablas en 65 movimientos. A Carlsen le bastaba con un empate para conquistar el tĂtulo. Un marcador de 6,5 a 3,5 puntos clausura el encuentro de MadrĂĄs (India), previsto a 12 partidas, aunque la superioridad del aspirante, que a diferencia de su adversario no cometiĂł errores de bulto, hizo innecesaria la disputa de los dos Ășltimos juegos.
Hoy empieza el reinado de Magnus Carlsen, a quien muchos ven capaz de superar los Ă©picos logros de Gari KaspĂĄrov. De momento ha logrado la corona a la misma edad que el ruso, 22 años, tras destronar al pentacampeĂłn Viswanathan Anand. Al noruego, invicto en el duelo, le bastaba un empate rĂĄpido en la 10ÂȘ partida, pero torturĂł al indio durante casi cinco horas, hasta que se firmaron las tablas que le convierten en campeĂłn del mundo tras un decenio de hazañas precoces. Carlsen cobrarĂĄ un millĂłn de euros; Anand, 600.000.
Tras esa durĂsima pelea, ambos se felicitaron. "Magnus ha merecido ser el nuevo campeĂłn y tiene todo mi respeto", proclamĂł Anand, y precisĂł: "He perdido el tĂtulo por mis errores en las partidas largas, pero que quede claro que Magnus ha sabido provocarlos, y de ahĂ su gran mĂ©rito". El nuevo rey del tablero tampoco escatimĂł elogios hacia su rival: "Vishy es, sin duda, uno de los mejores de todos los tiempos, y confĂo en que juegue el prĂłximo Torneo de Candidatos y siga luchando para recuperar el tĂtulo".
Toda esa escena serĂĄ difĂcil de olvidar por su solemnidad, pero antes hubo otras tambiĂ©n imborrables por motivos bien distintos. Carlsen se cebĂł con Anand como los gatos que cortan la cola de una lagartija para divertirse con ella despuĂ©s, hasta que la matan. El noruego, ligeramente acostado en su silla, pensaba en su prĂłxima jugada mientras sus dedos jugueteaban con un peĂłn ya capturado; Anand se habĂa ido a la sala de descanso, detrĂĄs del escenario, donde podĂa observar a su rival por el circuito cerrado de televisiĂłn. HacĂa horas que Carlsen tenĂa una pequeña pero sĂłlida ventaja; seguro que el indio hubiera aceptado una oferta de tablas en esa situaciĂłn, aunque ello implicase su rendiciĂłn en la defensa del trono. Pero ahĂ estaba el escandinavo, nuevo rey, pensando si seguĂa torturando a su antecesor o tenĂa un gesto de compasiĂłn.
En realidad, Carlsen no vio un golpe ganador poco antes de la tercera hora de lucha, pero deseaba doblegar una vez mĂĄs al pentacampeĂłn, aunque fuera innecesario. Por eso alargĂł el combate casi cinco horas, hasta que su ventaja ya no podĂa exprimirse mĂĄs, y liquidĂł las pocas piezas que quedaban en el tablero hasta dejar solos a los dos reyes, como sĂmbolo de una de las señas de identidad del nuevo campeĂłn: luchar hasta que ya no tenga sentido hacerlo, presionar al rival hasta que sienta cĂłmo se quiebran sus neuronas de tanto cĂĄlculo, anĂĄlisis y planificaciĂłn.
Los elogios del vencedor al vencido no son exagerados. Anand ha sido campeĂłn cinco veces en tres formatos distintos (duelos largos y cortos, y torneos por sistema de Liga), y ha logrado que el ajedrez sea muy popular en el paĂs donde probablemente naciĂł antes del siglo V, con sus 1.200 millones de habitantes actuales; es significativo que hace 10 años fuera elegido "mejor deportista indio del milenio" por delante de las grandes estrellas del cricket y el hockey sobre hierba, que despiertan grandes pasiones multitudinarias. Tanto si continĂșa en la arena como si se retira -no lo aclarĂł en la conferencia de prensa; dijo que necesita "tiempo y descanso"-, Anand serĂĄ siempre uno de los campeones inmortales.
Pero Carlsen parece destinado a ser aĂșn mĂĄs grande. Incluso estĂĄ capacitado para batir las marcas de KaspĂĄrov, aunque una de ellas sea estratosfĂ©rica -permanecer 20 años seguidos (1985-2005) como nĂșmero uno del mundo-, y por tanto casi imposible. Por ejemplo, falta por saber cĂłmo cambiarĂĄ la vida del Mozart del ajedrez cuando se enamore de alguien.
De momento ya ha dejado claro que es un genio, por mucho que los periodistas tendamos a abusar de ese adjetivo: gran maestro a los 12 años, nĂșmero uno en una lista provisional a los 17, y en otra oficial a los 19, rebasĂł las barreras de los 2.700 y 2.800 puntos Elo (equivalentes a saltar 8 metros y 8,50 en longitud) a los 16 y 18 años, respectivamente. Nadie, ni Fischer, ni KĂĄrpov ni KaspĂĄrov, lograron tanto tan jĂłvenes.
Pero aĂșn le faltaba pulir algunas imperfecciones para disputar con garantĂas un duelo largo, al mejor de 12 partidas, cuya vertiente psicolĂłgica es muy distinta a la de un torneo por sistema de Liga, porque en el duelo solo se piensa, dĂa y noche desde los meses previos, en el mismo rival, y es muy fĂĄcil llegar a la obsesiĂłn o al complejo de inferioridad. Carlsen fortaleciĂł la confianza en sĂ mismo, la capacidad de cĂĄlculo preciso -hasta parecer, a veces, una computadora-, la exactitud milimĂ©trica en los finales (posiciones con pocas piezas, donde cada mĂnimo detalle puede ser decisivo) y, sobre todo, como consecuencia de todo lo anterior, su terrorĂfica facilidad para dar vueltas y mĂĄs vueltas a posiciones con ventaja microscĂłpica y poco riesgo, hasta que las neuronas del rival suplican piedad y dejan de funcionar, como les ha ocurrido a las de Anand.
La consecuencia de todo ello en Noruega es asombrosa: dos tercios de sus ciudadanos han seguido muy atentamente lo que ocurrĂa en el duelo de Chennai; las audiencias de las retransmisiones en directo por televisiĂłn han quebrado las marcas histĂłricas del fĂștbol, el esquĂ y otros deportes de invierno. La direcciĂłn del Banco Nacional de Noruega (DNB) tuvo que dar la orden de bloquear las pĂĄginas de ajedrez e Internet, porque la productividad de sus empleados habĂa bajado considerablemente. Jarle Heitman, jefe de comunicaciĂłn de la prĂłxima Olimpiada de Ajedrez, que acogerĂĄ a unos 150 paĂses en Tromso (Noruega) en agosto de 2014, lo explica asĂ: "Hasta ahora, los Ădolos deportivos en Noruega pertenecĂan a disciplinas que requieren gran fuerza y resistencia fĂsica. Pero el nivel intelectual medio de los ciudadanos es muy alto. En consecuencia, Magnus Carlsen representa justo lo que necesitaban, alguien que destaca por su inteligencia, y completa la imagen del noruego perfecto".
Fuente: El PaĂs