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El jugador de ajedrez y la navidad - Segunda parte




Dyhema se puso en pie. Luego se sentĂł en su silla junto a la chimenea. CerrĂł los ojos. HabĂ­a que pensar en todo lo que habĂ­a ocurrido.

SĂșbitamente se despertĂł. Alguien llamaba a la puerta. Se frotĂł los ojos. Me quedĂ© dormido, pensĂł. Tuve un sueño maravilloso sobre un encuentro con el Niño JesĂșs.

MirĂł la mesa con el tablero de ajedrez. Las piezas del blanco y negro estaban colocadas ordenadamente, cada pieza en su casilla correcta.

SĂ­, habĂ­a sido un sueño. "Adelante", dijo dirigiĂ©ndose a la puerta. Un criado entrĂł. "Dyhema, aquĂ­ hay un niño pequeño. Él dice que ..." Dyhema sintiĂł una gran sorpresa. "¿Un niño con su madre?" "No, Ă©l estĂĄ solo. Pero dice que su madre ha sufrido un accidente y se torciĂł el tobillo. EstĂĄ esperando afuera en la nieve, a menos de una milla de distancia. Ella enviĂł al niño en busca de ayuda. "

Dyhema se echó a reír. El sabía que no podía ser su hija. Entonces dijo, "Envía a los sirvientes con un caballo y el carro. Prepara una habitación y a traedla a mi casa. Llama al médico y que el niño se quede aquí." El sirviente salió.

Un momento mĂĄs tarde, entrĂł un muchacho de unos nueve años. Dyhema se puso en pie. Se sintiĂł conmocionado. El niño tenĂ­a el mismo aspecto que tenĂ­a Ă©l, pero hacĂ­a muchos años. "¿CuĂĄl es tu nombre?" "Sigurd", respondiĂł el muchacho.

Dyhema se derrumbĂł en su silla. CerrĂł los ojos, Sigurd ese era su nombre. Su hija le habĂ­a puesto a su hijo su mismo nombre.

¿Pero que pasĂł con el Niño JesĂșs? Sin duda fue un sueño, producto de su imaginaciĂłn. Pero todavĂ­a estaba el chico delante de Ă©l. Su nieto. Pero Ă©l se negaba en redondo a ver a su hija. Se levantĂł y se fue a la cocina. AllĂ­ estaba sĂłlo un viejo sirviente "¿DĂłnde estĂĄn los otros?", preguntĂł. "EstĂĄn todos juntos con sus familias y dos han ido a localizar a la pobre mujer ", respondiĂł el criado.

"No quiero tenerla aquĂ­! Tu debes alojarla en otro sitio!" "¡Dyhema, por favor! ¿En la Noche Buena si Usted quiere negar a una mujer angustiada la entrada a su casa? Bueno, es su responsabilidad. Pero yo no puedo salir ahora a caminar penosamente por la nieve." "Una vez regresen los sirvientes, avĂ­same. Pero no quiero a esa mujer bajo este techo."



Dyhema regresĂł a la sala de estar. El muchacho estaba sentado cerca de la chimenea. Cuando Dyhema se acercĂł, se puso en pie y se dirigiĂł hacia el viejo granjero y le preguntĂł: "¿Es Usted mi abuelo?" "Por supuesto que no", dijo Dyhema bastante enojado. Al muchacho se le veĂ­a triste. "Entonces me he equivocado de granja.

¿Sabe Usted, lo que dijo mamĂĄ cuando se cayĂł en el suelo?: "La luz que se ve mĂĄs allĂĄ debe ser de una granja. Corre y pide ayuda. Cuando llegue mi madre, ella le podrĂĄ decir a donde querĂ­amos ir. Ella naciĂł en este pueblo, me contĂł. Tu abuelo es el mĂĄs rico agricultor de la aldea.

MamĂĄ me dijo: "Es como un pequeño rey. Todo el mundo le pide consejo, es muy inteligente." Dyhema preguntĂł de repente: "¿Por quĂ© crees que soy tu abuelo?" "MamĂĄ dice que el Niño JesĂșs se lo explicĂł. Nunca hemos estado aquĂ­. Somos muy pobres. Mi papĂĄ muriĂł. No tenemos dinero, pero mi mamĂĄ siempre dice: 'Yo no darĂ© el primer paso, pero de forma inesperada me contĂł que el Niño JesĂșs la habĂ­a animada de realizar el viaje hasta aquĂ­."

"¿Tu madre ha visto al Niño JesĂșs?" "Entonces probablemente fue un sueño. Ella dudaba, si debĂ­amos iniciar el viaje y al fin creyĂł que lo mejor era hacerlo, pensando que Usted no tendrĂ­a ningĂșn inconveniente en recibirnos, aunque fuese por un corto tiempo."

Dyhema permaneciĂł en silencio. MirĂł las llamas del fuego. Por casualidad el chico vio el tablero de ajedrez. Se acercĂł a la mesa. "¡Mi abuelo sabe jugar muy bien al ajedrez! Él siempre gana, me ha contado mi mamĂĄ!" "¿Tu sabes jugar tambiĂ©n?" "SĂ­ lo sĂ©.

Mi mamĂĄ estĂĄ segura de que voy a ser un gran jugador porque lo he heredado de mi abuelo. Si quiere podremos jugar una partida. Usted sĂ­ que sabe, lo que pasa es que estoy hambriento. No hemos comido nada desde que iniciamos el viaje.

" Dyhema mirĂł hacia arriba "¿SabrĂĄs en realidad jugar, un muchacho tan pequeño? " "Yo no soy pequeño y suelo ganar a menudo." "Vamos, pues a intentarlo nosotros dos", dijo Dyhema.

Después de un breve lapso de tiempo Dyhema comprendió que el niño realmente sabía jugar. Casi sin pensarlo, hizo los movimientos correctos. Después de media hora Dyhema se puso nervioso, el muchacho alcanzaba la victoria.

En realidad, el niño aparentaba ser un mejor jugador que él. Y lo que mås le enojó fue que hizo todo lo posible por ganar, pero el niño jugaba muy råpido, casi sin pensar.

Si Dyhema, después de una larga reflexión, efectuaba una jugada, el pequeño reaccionaba råpidamente y hacía siempre la jugada acertada. Tal vez fue porque ya Dyhema estaba tan enfadado que de repente cometió un grave error.

El niño sonrió. "Esta es una mala jugada ", dijo." Sería mejor de retirarla. " "No, lo que he hecho, hecho estå!" El muchacho le miró.

¿Por quĂ© este viejo estĂĄ tan enojado? Él no lo podĂ­a ayudar. ¿Fue acaso porque no iba a ganar la partida? Muchas personas se enojan cuando no ganan. Este descubrimiento fue muy interesante. En la mayorĂ­a de los casos, aprendes mĂĄs a raĂ­z de las partidas perdidas que las ganadas.

Pero, era un hombre viejo .... ¿Tal vez por eso? De repente, el viejo mayordomo entrĂł : "Dyhema, ¿QuĂ© pasa con el Pastel de Navidad? ¿Puedo traerlo ahora? " Dyhema le mirĂł con cara de enfadado. "Vete con tu pastel!"

¡QuĂ© pena, pensĂł el niño. TenĂ­a tanta hambre. ¿CĂłmo debe haberse enojado el anciano. SerĂĄ por el hecho de no ganar? De repente dijo: "¿Me das un poco de tarta? Es que estoy sin comer." Dyhema sĂłlo respondiĂł: " Tienes que jugar, te toca a tĂ­". Sigurd suspirĂł. Entonces tuvo una idea luminosa dejarle ganar al viejo gruñón. No tenĂ­a mĂĄs que realizar una mala jugada. Sin embargo, no era tan fĂĄcil, sencillamente perder. SuspirĂł. Es la Noche Buena, pensĂł, y lo harĂ©.

En consecuencia hizo intencionadamente el movimiento equivocado. Dyhema se echó a reír. "Una mala jugada," exclamó. "Ves como puedo tomarme tu dama. Ah, sabía que iba a ganar. Nunca he perdido ninguna partida! " Sigurd se ruborizó. Eso no era decente. Siempre me enseñaron que no se debe estar triste cuando se pierde, pero tampoco ser soberbio cuando se gana. Inmediatamente sonrió. Si puedo hacerle feliz, porque no dejarle que paladee su victoria, pensó. "Sin embargo, nunca se puede estar seguro de que has ganado, hasta que alcances el jaque mate." Durante todo el tiempo Dyhema observaba cuidadosamente al chico.

HabĂ­a notado cĂłmo le caĂ­an unas lĂĄgrimas de los ojos, una vez escuchadas las Ășltimas palabras del niño. HabĂ­a sentido un cambio en Ă©l y esbozado una sonrisa.

Era como si viera de nuevo al Niño JesĂșs. RecordĂł las palabras del Niño JesĂșs, "A veces uno piensa que todo estĂĄ perdido." Se levantĂł y comenzĂł a dar zancadas arriba y abajo. El chico lo mirĂł sorprendido. Dyhema vio su vida - su larga vida – con una nueva luz. ¿Nunca habĂ­a padecido un error? Claro y contundente, pero sĂ­ hubo un error en su vida, un gran error. ¿CĂłmo podĂ­a estar tan ciego? Su corazĂłn estaba frĂ­o y no se moviĂł.

Siempre habĂ­a creĂ­do que era una buena persona por todas sus buenas obras. ¡QuĂ© hombre mĂĄs viejo y desgraciado se sentĂ­a! Todos estos pensamientos se agolpaban en su mente y se acordĂł de su sueño y las palabras del Niño JesĂșs: "Dios viene a verte y te trae algo nuevo para tu vida. ¡Es el amor para tu prĂłjimo!. "Eso era todo!"

Dyhema se dirigiĂł al muchacho y poniĂ©ndole su mano en el hombro, le dijo: "HabĂ©is ganado. El Niño JesĂșs y tu." El muchacho le mirĂł con asombro. "¿QuĂ© quieres decir?" El viejo campesino sonriĂł. "No es tan importante, hijo mĂ­o," le dijo. "Pero recuerda: .. El Niño JesĂșs trae vida nueva, pero toda la gente parece perdida, hasta que naciĂł JesĂșs en un estable mĂ­sero y pobre. Todo parecĂ­a perdido, hijo mĂ­o.

Pero al final estĂĄ la Cruz que todo ilumina. No debemos olvidar nunca, Sigurd, siempre hay que recordar el momento en que Dios nos mirĂł y dijo: "¡Es el momento! ¡Era esto!" La cruz no fue el final. Y aĂșn hoy en dĂ­a, el Niño JesĂșs año tras año vuelve para enardecer los corazones de toda la Humanidad.

"Repentinamente con un fuerte golpe se abriĂł la puerta. ApareciĂł el viejo sirviente y le preguntĂł: "¿Dime Dyhema, donde tengo que llevar a esta mujer? ¿EstĂĄ ella aquĂ­?" "TrĂĄela aquĂ­, por supuesto."

"Pero Usted dijo ..."

"Es mi hija! ¿No lo sabĂ­as?

TrĂĄela en seguida y prepara el pastel de Navidad. RĂĄpidamente, porque es Navidad! "




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