La conquista de un campeonato mundial de ajedrez, aun uno juvenil, no es cosa de todos los días, aunque el historial reconoce a cuatro argentinos que consiguieron este logro antes de Alan Pichot: Oscar Panno (campeón mundial juvenil en Copenhague 1953), Carlos Bielicki (campeón mundial juvenil en Münchestein 1959), Marcelo Tempone (campeón mundial cadete en Belfort 1979), y Pablo Zarnicki (campeón mundial juvenil en Buenos Aires 1992).
En cuanto a la categoría Sub 16, tiene su Mundial desde 1981. La historia revela que, de la numerosa lista de campeones desde entonces, apenas unos pocos inscribieron luego su nombre entre las grandes figuras de este juego; entre ellos, el letón Alexei Shirov, el húngaro Peter Leko y el ruso Alexey Dreev. En el ámbito latinoamericano, el antecedente de Pichot es el genio peruano Jorge Cori Tello, que luego de su conquista en 2011, en Caldas Novas, Brasil, se proyecta como una de las estrellas de este continente.
El repaso a lo sucedido con los campeones argentinos revela que aquellos vencedores juveniles poco a poco se fueron alejando de la alta competencia y eligieron un nuevo estilo de vida para forjar su futuro. La excepción fue el gran maestro Oscar Panno, que en los años 60 relegó el ajedrez por los estudios -se recibió de ingeniero-, pero regresó para competir con los mejores y fue analista de Korchnoi en el match por el título mundial que sostuvo con Karpov en 1978; hoy, a los 79 años, dicta cátedra en el club River Plate.
Acaso la jugada más dificil para el joven Alan Pichot se centre en su futuro; en la determinación de convertirse o no en un ajedrecista profesional, y si se asume esa misión, tomar la decisión de emigrar para cosechar experiencia y elevar la jerarquía y el nivel de juego. Obviamente, para tener éxito debería estar acompañado por auspiciantes que apoyen su carrera. El ajedrez es un excelente ejercicio para el proceso de toma de decisiones; en breve, el pibe Pichot y su familia deberán dar muestra de ello.
Fuente: La Nación