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Capablanca vs Alekhine: los Mozart y Salieri del ajedrez (I)

Uno naciĂł con un don divino, un inabarcable talento natural al que no concedĂ­a demasiada importancia. El otro vivĂ­a por y para el ajedrez. Uno era el campeĂłn aunque no entrenaba nunca ni se esforzaba lo mĂĄs mĂ­nimo. El otro se veĂ­a siempre relegado al segundo lugar pese a que estudiaba y se preparaba obsesivamente.

 Uno asombraba al pĂșblico con sus logros y aparecĂ­a constantemente en los periĂłdicos. El otro sĂłlo interesaba a los ajedrecistas entendidos. Uno, seguro de poder vencer siempre, se dedicaba a la buena vida incluso la noche anterior a una partida importante.

 El otro vivĂ­a encadenado a sus libros y su tablero, buscando desesperadamente una forma de vencer al campeĂłn. Uno se llevaba la fama, la gloria y las mujeres.  El otro lo contemplaba desde la sombra, cada vez mĂĄs consumido por la envidia. Ambos protagonizaron una de las rivalidades mĂĄs agrias en la historia del deporte; una rivalidad que para colmo quedĂł incompleta. Pero eso forma tambiĂ©n parte del encanto de aquella historia.

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